El luminoso mundo Maud Lewis
Maud Lewis dibujó toda su casa: paredes, estufa, escaleras, puertas, ventanas y llenó su mundo de color.
Un día cualquiera de una semana cualquiera de la pandemia, mi madre me envió un WhatsApp recomendándome una película, se trataba de ‘‘Maudie: El color de la vida’’
La pandemia fue una etapa abrumadora a nivel creativo para mí. Me sentí sobrepasada con toda esa cantidad de creativos que compartían trabajos, retos y ejercicios sin parar. Y yo, la reina de las gincanas interactivas, fui incapaz de lanzar un solo reto. Sólo quería quedarme en casa, apagar Instagram y pintar.
La casa de Maud Lewis me sirvió de inspiración y recogimiento personal.
Así que no te voy a engañar, Maud Kathleen Dowley es unas de mis artistas preferidas, hasta el punto de que estoy creando un fanzine sobre ella.
Espero que sus flores y dibujos te pongan creativa, aunque no lo seas, pero especialmente si lo eres.
¿Quieres conocerla? ¡Vamos allá!
Sobre mí: Soy Vero Maraver. Autora e ilustradora. Escribo cartas mensuales, que envío a mis suscriptoras por correspondecia donde incluyo, entre otras cosas, una mini biografía de mujeres artistas. Es ahí donde nació #CreaComoUnaChica ✍
Así fue la vida de Maud Lewis
Maud nació en South Ohio (Canadá) en 1903, y sufrió artritis reumatoide desde muy joven. La enfermedad marcará, no solo su propia vida, sino la forma en la que dibujaba.
En su infancia, su madre será una figura muy importante tanto a nivel personal como artístico. Es ella quien le enseña a tocar el piano, y con ella pinta tarjetas navideñas, aprendiendo así a trabajar con acuarela.
A los 14 años, debido a sus problemas físicos, tuvo que dejar la escuela, ya que sufrió bullying la mayoría del tiempo por su situación física.
La casa de sus padres se convirtió en su nido, aquel era un lugar seguro para su sensibilidad, y la mantendrá alejada de la crueldad, aunque no por mucho tiempo.
En 1928, y tras una corta relación, Maud dio a luz a una niña. El padre la abandonó y Maud se vio obligada a darla en adopción al ser incapaz de criarla sola.
La vida de Maud se hará aún más difícil cuando, entre 1935 y 1937, sus padres fallecen. En ese momento, Lewis se queda sola en el mundo.
Según lo estipulado en aquella época, su hermano fue quien lo heredó todo, y no le dejó ninguna ayuda económica al vender la casa familiar.
Llegada a esa situación, nuestra protagonista se ve obligada a irse a vivir con su tía a Digby, Nueva Escocia. La tía de Maud se nos descubre como una perfecta madrastra de cuento en los escritos que existen sobre ella. No sé qué hay de realidad o de estereotipo, pero lo cierto es que Maud salió de aquella casa tan pronto como pudo.
En 1938, Evertt Lewis, un vendedor de pescado de Digby, dejó un anuncio buscando a una trabajadora del hogar. Ella, que como ya he dicho antes, estaba deseando salir de la casa de su tía, no tarda en presentarse frente al pescadero a solicitar el trabajo. A las pocas semanas, estaban casados y viviendo los dos en la diminuta casa de Everett.
Y aquella casa lo cambiaría todo.
La casa de Maud Lewis
Imagina una casa pequeña con una sala abierta donde está el hornillo, la mesa, el sillón, la estufa… Al fondo, se pueden ver unas escaleras que dan a una buhardilla con la cama, completando así un hogar tan pequeño que parecía una casa de muñecas.
Allí, en aquella caja de cerillas, Maud Lewis floreció de un modo sorprendente: empezó a dibujar sobre las paredes con dibujos simples y coloridos. Poco a poco, lo fue pintando todo: la estufa, las ventanas, la puerta, la escalera…
¡Para que luego digan que se necesita mucho espacio para tener una casa-estudio!
Durante toda su vida, llenó su casa de dibujos, por dentro y por fuera, hasta el punto en que después de la muerte de Maud y Everet, la casa se desmontó y se conserva íntegra en la Galería de Arte de Nueva Escocia.
Los dibujos de Maud
Maud Lewis dejó una extensa obra. Dibujaba flores, animales y escenas cotidianas, y lo hacía desde la observación, pero no es que se pusiera delante de una flor y la copiara, pintaba su interpretación de lo observado. Aquello, junto a su estilo infantil y colorista, hizo que fuese una de las pioneras del arte naif.
El trabajo artístico de Lewis es luminoso, plano y colorista, es un lugar al que quieres ir cuando las cosas van mal. Es esa infancia feliz llena de colores, y dibujos amables. ¡Y vida! ¡Mucha vida! Una vida sempiterna, alegre y sencilla
Los dibujos de Maud se hicieron populares.
Al principio su marido empezó a vender a sus clientes las tarjetas navideñas de Maud, y después del éxito, ella empezó a dibujar en otros formatos algo más grandes, aunque Maud se desenvolvía mejor en láminas pequeñas, por la reducida capacidad de movimiento de su cuerpo.
Maud, con su obra, iluminaba las cosas que le rodeaban. Pintaba sobre objetos cotidianos de su casa a gatos, animales y flores haciéndolos visibles. Sus pinturas son un homenaje a lo cotidiano y a la maravilla de la vida.
Solía cubrir el panel que iba a pintar de color blanco, después dibujaba el contorno y finalmente, coloreaba.
Nunca mezcló colores para conseguir otros.
Nunca asistió a una clase de pintura.
Nunca dejó de pintar.
Su estilo folk y autodidacta se hizo popular, y los turistas se paraban en su casa para comprar láminas.
Toda la gestión comercial la llevaba Everett, su marido, y Maud nunca pudo disponer de su propio dinero, ni cuando pasó a cobrar casi 10 dólares por pieza, que en aquella época no estaba nada mal.
¿Una vida a todo color?
Maud fue pobre toda su vida, a pesar de que llegó a recibir encargos hasta de la Casa Blanca y apareció en un programa de éxito de la CBC.
A medida que se hacía mayor, la artritis de nuestra protagonista cada vez era más agresiva. Las deformidades le hicieron muy difícil pintar los encargos que recibía, especialmente los grandes.
A pesar de todo, Maud dibujó siempre.
«Mientras tenga un pincel, estaré bien» Maud Lewis
Me gustaría poder vender una vida bonita para Maud, donde contaros una historia de amor romántica. Pero no quiero frivolizar con el dolor, ni el sufrimiento, ni la vida de Maud, porque me parece que invisibiliza no solo su situación, sino el coraje de nuestra protagonista al dibujar la alegría a pesar de todo
La realidad es que Everett no trataba demasiado bien a Maud, le hacía salir a pintar fuera para que los turistas la vieran, y la confinaba cada vez más en casa para que ‘‘produjera’’ más.
Como ya aprendimos en el capítulo anterior con Hedda Sterne, el contexto es parte imprescindible de la obra de una artista, por eso es importante no romantizar vidas de artistas e intentar encontrar su verdadera realidad, que en el caso de mujeres se hace aún más complicado.
Situar a Maud en un escenario distinto al que nos han vendido algunas publicaciones o películas, o al menos cuestionarlo, no solo no le quita ni un ápice de colorido a toda su obra. Todo lo contrario, aún le da más valor a esa casa de la que salían gritos de vida a borbotones.
Pintar la alegría
Finalmente, en 1970, una pulmonía acaba con sus fuerzas y muere en Digby.
Maud dejó un legado inconmensurable, y cientos de ilustradoras han (hemos) encontrado en el estilo naif una forma de expresión extraordinaria.
Ella nos enseña que para empezar a dibujar no hay que tener miedo ni al color, ni al soporte, ni a la página (o la casa) en blanco. Todo se reduce a dibujar nuestra primera flor, ya llegará el jardín poco a poco.
Su trabajo puede parecer infantil, simple, incluso ilusorio o excesivamente optimista, pero Maud creó un mundo personal y colorido donde el observador puede encontrar la alegría sencilla de la vida.
¿No debe el arte servir también para eso?
Dibuja una flor en tu casa
Vamos a copiar a Maud Lewis y nos vamos a poner creativas.
La idea es dibujar una flor a mano en algún sitio de tu casa, de una tirada, sin miedo y con los materiales que prefieras.
Con este ejercicio:
Incrementarás tu habilidad de dibujo (🤫todas sabemos dibujar)
Transmitirás alegría y entusiasmo.
Mejorarás la introspección, la observación y la reflexión.
Puedes pintar una flor escondida.
En la ventana.
En la puerta de entrada.
En el exterior.
Dentro de un armario.
En el espejo.
En la despensa.
En la estantería de libros.
En la lata de las galletas.
Busca aquel lugar donde te sientas cómoda para dibujar la flor. La puedes hacer grande, o pequeña, copiarla de otra flor que hayas visto, o dejarte llevar por tu propia imaginación. Hagas lo que hagas será única y tuya.
Da igual si la flor es realista.
Infantil.
Bonita.
Fea.
Geométrica.
Sin color.
Imperfecta.
Será tuya.
Y tranquila, en mi apartado de recursos te explico exactamente cómo hacerlo:
Un paso a paso detallado.
Un tutorial en PDF donde te enseño a dibujar amapolas.
Un tutorial en video para que puedas dibujar una rosa paso a paso.
Consejos para hacer la tarea con éxito.
Ideas para crear variaciones en el ejercicio, ya que en el arte no hay reglas.
Si te animas, puedes acceder a toda esta información que he preparado para ti aquí.
Me encantará ver la flor que has dibujado.
Puedes dejar tu resultado en los comentarios, en el chat, enviármelos a hello@veronicamaraver.com o usar el #creacomounachica en las redes sociales.
Gracias por inspirarte en Maud Lewis y crear como una chica.
Regreso con una nueva mujer creadora y un nuevo reto creativo el próximo jueves 3 de octubre.
Hasta entonces, crea como una chica.
Verónica
Me parece muy importante lo que dices de visibilizar el dolor, saber que la enfermedad, cualquiera que sea, no es fácil de transitar y que conlleva un esfuerzo en quien la experimenta. Me encantó esta película, por cierto.
Que fantasía de casa.
Siempre mantenfo mi espacio muy limpio y neutro, pero esto me ha explotado la cabeza.
Gracias por compartir, Vero.